El Estado chino, lejos de combatir el tráfico de fentanilo, lo ha incentivado activamente: subsidios, premios, participación en empresas químicas y tolerancia institucional configuran una arquitectura que no solo permite, sino que protege y promueve esta economía ilícita.
Bukele parecería tener luz verde para profundizar su proyecto autoritario con ayuda de Pekín. Mientras China no interfiera en asuntos estratégicos para EE. UU. en El Salvador, tales como la gestión migratoria o el control de infraestructura crítica, Trump quizá permanezca conforme, sin importar el avance del poder blando chino en el hemisferio.