Los militares en la represión política de Nicaragua

(In English below)

En este documento se detallan los resultados de una investigación aplicada, cuyo objetivo es determinar la participación del Ejército de Nicaragua en la represión desatada a partir de la crisis sociopolítica de 2018. Se pretende, además, identificar los mecanismos a través de los cuales los militares se habrían involucrado en la violencia estatal y persecución contra opositores al régimen de Daniel Ortega.

La crisis de abril, como se le conoce a la protesta generalizada de la población contra el régimen de Ortega, y su consecuente represión, dejó como saldo más de 300 muertos, según cifras conservadoras, y entre 1,200 y 2,400 heridos con armas de fuego de alto calibre.

Aunque en mayo de ese año, el Ejército de Nicaragua emitía un comunicado y sentaba su posición frente a esa crisis, asegurando que se mantenía neutral y hacía un llamado al diálogo, surgieron numerosas versiones basadas en videos de redes sociales y reconocimiento de soldados vestidos de civil que se sumaron a las fuerzas paramilitares, que hacían suponer una participación velada de los militares en la sangrienta respuesta gubernamental.

Informes de organismos internacionales especializados hicieron ver que las armas utilizadas en la represión son de uso exclusivo del Ejército de Nicaragua, mientras que algunos exmilitares de alta graduación y expertos nacionales señalaban que esa institución habría armado a los paramilitares, un grupo de civiles que operó junto con la Policía Nacional y causó la mayoría de las muertes y asesinatos. Con ello, estas personas inferían un mayor involucramiento de las fuerzas castrenses.

Nicaragua ha sufrido, desde 2007, un proceso paulatino de rompimiento del orden constitucional. Esto ha provocado el cambio de un sistema de democracia liberal a un totalitarismo que concentra el poder en la persona de Daniel Ortega. En ese sentido, y tal como lo caracteriza Martínez Meucci (2011), que cita el estudio de Carl Freidrich y Zbigniew Brzeziski (1956, pp. 21-22), “todo régimen totalitario es siempre una dictadura”. Mientras que Mariam Mufti, cientista política de la Universidad de Waterloo, asegura que “para los dictadores es muy importante someter los aparatos represivos del Estado para ejercer el uso legítimo de la fuerza”.

En ese sentido, los militares no escapan a las intenciones de control y subordinación directa a los proyectos políticos y personales de aquellos que quieren acumular poder, y Nicaragua no es la excepción. En este documento también se describen, a modo de contexto, las condiciones que llevaron a los militares a plegarse completamente al proyecto político de Ortega y su pretensión de instaurar en el país una dinastía familiar.

Se hizo una revisión documental de los informes sobre violaciones a los derechos humanos que han realizado organismos nacionales e internacionales. Además, se recopilaron datos, nombres y hechos de fuentes abiertas, principalmente, medios de comunicación nacionales que daban seguimiento a las noticias posteriores a la crisis de abril. Se elaboró un cuestionario abierto para entrevistas con varios exmilitares, militares desertores y expertos en defensa. Se hizo un análisis cruzado y se replantearon preguntas para precisar aún más los hallazgos presentados en este informe.

Además, se proponen una serie de reformas del sector defensa que, a la luz de los resultados de esta investigación y debido al papel que han jugado los soldados a la fecha, creemos que deben realizarse una vez restablecido el orden democrático en Nicaragua. La oportunidad que se presenta es única y tal reforma deberá comenzar respondiendo las preguntas: ¿necesitamos un ejército en Nicaragua? De continuar con las fuerzas armadas, ¿qué tipo de fuerzas castrenses deberíamos tener?



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(English)

This document presents the results of an investigation whose objective was to find out about the participation of the Nicaraguan Army in the repression that began during the country’s 2018 socio-political crisis. It also sets out to identify the mechanisms through which members of the military have been involved in state violence against and persecution of opponents of the Daniel Ortega regime.

The April Crisis, as the generalized protest against the Ortega regime is known, and the repression that followed it left more than 300 dead according to conservative estimates, and 1,200 to 2,400 injured by high-caliber weapons.

In May, 2018, the Nicaraguan Army issued a statement giving its position on the crisis, affirming that it remained neutral, and calling for dialogue. However, numerous accounts emerged based on videos posted on social networks where soldiers in civilian clothes could be recognized in the paramilitary forces, which implied covert military participation in the bloody government response.

Reports from specialized international organizations have made it clear that the weapons used in the repression are for the exclusive use of the Nicaraguan Army. Moreover, certain former high-ranking military personnel and Nicaraguan experts stated that the army had armed the paramilitaries, a civilian group that operated in conjunction with the National Police and caused most of the deaths and murders. On this evidence, these people inferred greater involvement of the military forces in the repression.

Since 2007, Nicaragua has suffered a gradual process of disintegration of the constitutional order. The system of liberal democracy has shifted to one of totalitarianism that concentrates power in the person of Daniel Ortega. In that regard, and as characterized by Martínez Meucci (2011), citing the study by Carl Freidrich and Zbigniew Brzeziński (1956, pp. 21-22), “every totalitarian regime is always a dictatorship.” Mariam Mufti, a political scientist at the University of Waterloo, asserts that “for dictators, it is very important to take over the repressive apparatus of the State to exercise the legitimate use of force.”

In this regard, members of the military are not immune to the personal and political schemes of those who want to accumulate power through direct control and subordination, and Nicaragua is no exception. This document also provides context by describing the conditions that led members of the military to fully submit to Ortega’s political project and his intention to establish a family dynasty in the country.

Reports made by national and international organizations on human rights violations were also reviewed. In addition, dates, names and facts were collected from open sources, mainly Nicaraguan media that followed events after the April crisis. An open questionnaire was designed and used in interviews with various former military personnel, deserters, and defense experts. A crossover analysis was carried out and questions were rephrased to further refine the findings presented in this report.

To conclude, this document proposes a number of defense sector reforms. In light of the results of this investigation and due to the role that soldiers have played to date, we believe that these reforms should be carried out once democratic order has been restored in Nicaragua. A unique opportunity arises at this point, and such a reform should begin by answering the questions: Do we need an army in Nicaragua? If the armed forces continue, what type of military forces should we have?



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