No hay que importunar a la dictadura cuando se está equivocando
Desde noviembre de 2024, con la aprobación, en su primera instancia y su posterior promulgación en enero de 2025, de la nueva Constitución Política (conocida popularmente como la Constitución Chamuca) se hizo evidente que Daniel Ortega ha dejado de ser el principal y único operador de la política nicaragüense. Igualmente se hizo evidente que la persona que ejecuta la política cotidiana es Rosario Murillo acompañada de Gustavo Porras, Ovidio Reyes y Fidel Moreno quienes constituyen la Banda de los Cuatro.
También hemos observado que los errores políticos no forzados del régimen se han hecho más frecuentes, por ejemplo, la ley de eliminar la doble nacionalidad (promovida por Murillo) que ha provocado un repudio generalizado tanto a nivel nacional como internacional. La radicalización de Murillo, apoyada por la Banda de los Cuatro, nos indica que ante la posible desaparición de Ortega ella quiere tener todos los pelos del poder en sus manos.
Un error político no forzado se refiere a un error cometido por la cúpula política del régimen que no es directamente causado por un poder fáctico interno o por un poder fáctico externo. Es un fallo que la dictadura pudo haber evitado. Es decir, es un error político atribuible exclusivamente a la dirección política de la cúpula de la dictadura Ortega-Murillo. El error político no forzado depende más de una mala decisión de la cúpula dictatorial (la Banda de los Cuatro) que de la habilidad táctica y/o estratégica de la oposición.
La política es la expresión más concentrada de la economía. La política económica y la guerra política del régimen Ortega-Murillo, a través de la represión, expresan los intereses económicos de la Chayoburguesía (la nueva clase oligárquica) y manifiestan las rivalidades con los otros capitales (bancario, agropecuario, industrial, comercial, exportador, etcétera). Es decir, la política económica exterioriza las luchas de poder entre la Chayoburguesía, que promueve sus propios intereses, y los intereses generales del Gran Capital.
La Chayoburguesía trata de mejorar su ventaja económica no mediante un mayor crecimiento de la productividad o incremento de la inversión productiva, sino mediante la intimidación y la fuerza represiva (ya sea policial o a través de las leyes). La Chayoburguesía busca influir sobre los otros capitales que no tienen su control directo sobre ellos. Lo hacen amenazando con consecuencias negativas si un capital determinado no lleva a cabo las acciones deseadas (por ejemplo, una participación del capital de la nueva clase) en una actividad empresarial determinada. Esta “economía de poder dictatorial” es beneficiosa de la Chayoburguesía en detrimento de los intereses y ganancias de los otros capitales.
La Chayoburguesía para someter a los empresarios pequeños, medianos y grandes aplica sanciones arancelarias, altos impuestos, reformas de las leyes bancarias y bloqueo a empresarios en su desarrollo. Es decir, la Chayoburguesía ha demostrado que está decidida a debilitar y someter cualquier independencia empresarial a través de cualquier medio (incluida el embargo, la expropiación o la confiscación). La política se ha vuelto tóxica.
Por supuesto, en Nicaragua nunca ha habido una competencia entre los distintos capitales en igualdad de condiciones ya sea entre las empresas o entre los sectores económicos. Los grandes capitales o los más fuertes siempre se han comido a los débiles o a los pequeños. Ahora, la Chayoburguesía utilizando su poder político somete a los otros capitales o a las empresas que quieren controlar, destruir o apropiarse. Es decir, la nueva oligarquía crece al amparo del poder político para obtener concesiones, contratos y privilegios.
Esta política de “poder crudo” se está imponiendo en la lógica expansionista de la nueva oligarquía, creando una mayor concentración y centralización del capital en manos de la Chayoburguesía, lo que conduce –en el corto plazo- a un desarrollo desigual y a una crisis con los otros poderes fácticos internos. Estamos en presencia de un reequilibrio de poder entre la burguesía tradicional y la Chayoburguesía. La tendencia es que la nueva oligarquía tiende a fagocitar los principales negocios y empresas en su disputa por la hegemonía económica con los otros capitales. La voracidad económica del régimen no tiene límites.
En efecto, la confiscación y/o apropiación de la empresa de tabaco “Joya de Nicaragua” lo demuestra. Por lo tanto, sea por la incertidumbre jurídica-política y/o por la baja rentabilidad general nos indica que las inversiones productivas del capital tienden a disminuir o a estancarse en el futuro inmediato, lo que nos indica que las grietas en uno de los cuatro pilares de sostenimiento de la dictadura se ensanchan al desacelerarse el crecimiento económico del país.
En los últimos años, el crecimiento del consumo privado gracias al incremento de las remesas, en un 711%, ha sido mucho más rápido que la inversión productiva. Si en Nicaragua hubiera un crecimiento económico endógeno la inversión productiva debería de liderar el consumo, no al revés como sucede actualmente. Por la falta de inversión en la formación de capital humano y por altos niveles de migración de mano de obra la productividad laboral ha disminuido en los últimos años.
La productividad total es una medida de la eficiencia de cómo se utilizan el trabajo y el capital para generar producción. Si la productividad laboral fuese positiva el crecimiento económico sería mayor. La economía está impulsada por las remesas, el endeudamiento externo y por las inversiones improductivas, no hay nuevas inversiones productivas de calidad.
Actualmente, existe un déficit en las inversiones productivas de aproximadamente de unos US$300 millones de dólares anuales. Nadie habla de ello. Por ejemplo, no hay inversiones para incrementar la producción energética (por ejemplo, la hidroeléctrica), no hay inversiones en tecnología en el sector agropecuario para incrementar la productividad, no hay inversiones en la formación de capital humano, no hay un plan de inversión productiva en la agricultura y la ganadería, etcétera. Es decir, en el marco de un proceso de estancamiento productivo la clase rentista le va bien, los bancos incrementan sus ganancias año con año.
Hasta la fecha, el sector especulativo y de forma particular, los bancos, no han sido impulsores de las inversiones productivas. La banca nicaragüense ha jugado un papel fundamental en el desarrollo de la concentración de capital en pocas manos, además de ser un factor importante de exclusión social. Por ejemplo, el crecimiento del ingreso de las familias está por debajo del aumento de la tasa de las ganancias de los bancos, la política económica genera un entorno que permite mantener bajos los salarios.
Debido a la política comercial de Estados Unidos la economía nicaragüense terminará creciendo, en el 2025, por debajo de las proyecciones oficiales. La incertidumbre generada por la posibilidad de una desaceleración de la economía estadounidense ha obligado al régimen a hacer un reconocimiento explícito que este año la economía crecerá por debajo de los niveles de 2024.
¿Por qué el silencio de la clase dominante tradicional ante la incapacidad de gestión de la Banda de los Cuatro que ha conducido que la economía nicaragüense se situé en la cola de los países centroamericanos? ¿Por qué la corrupción generalizada de los miembros de la Chayoburguesía es aceptada por la oligarquía tradicional y los banqueros? ¿Por qué la clase dominante guarda silencio ante la persecución religiosa, la desnacionalización de los ciudadanos y la represión? ¿Qué ha llevado a que estas abominaciones tengan hoy carta de ciudadanía e incluso justificación moral entre las elites empresariales?
La respuesta radica en una aceptación a todos los desmanes de la Banda de los Cuatro debido a la alianza silenciosa de sectores del Gran Capital con la dictadura Ortega-Murillo. Este asentamiento ha significado una pérdida de poder del Gran Capital en el juego político nacional y muchas veces en menoscabo de sus propios intereses estratégicos.
Vivimos momentos históricos, el orden establecido por el régimen continúa fracturándose, sus pilares de sostenimiento se cuartean día a día, la economía se desacelera año tras año, el descontento social se incrementa, más del 80% de la población vive en pobreza sin poder adquirir una canasta básica, su aislamiento internacional y regional se agranda, sus errores no forzados se hacen más frecuentes, etcétera. Todo lo anterior nos indica que la descomposición del régimen se extiende y que el proceso de IMPLOSIÓN se desarrolla.