Gustavo Petro llegó al poder como símbolo del cambio, pero su gobierno ha adoptado prácticas autoritarias: desprecio por la institucionalidad, ataques a la prensa y oposición, y amenazas de una Constituyente. Mientras pierde apoyo ciudadano, crece la preocupación por el futuro democrático de Colombia bajo su liderazgo.
China ha moderado su diplomacia tras la pandemia, pero en América Latina persiste el estilo del “lobo guerrero”. Embajadores chinos mantienen una retórica combativa frente al avance de EE. UU., especialmente en Costa Rica, Panamá y Colombia, países geopolíticamente sensibles.
Gustavo Petro llegó al poder como símbolo del cambio, pero su gobierno ha adoptado prácticas autoritarias: desprecio por la institucionalidad, ataques a la prensa y oposición, y amenazas de una Constituyente. Mientras pierde apoyo ciudadano, crece la preocupación por el futuro democrático de Colombia bajo su liderazgo.
China ha moderado su diplomacia tras la pandemia, pero en América Latina persiste el estilo del “lobo guerrero”. Embajadores chinos mantienen una retórica combativa frente al avance de EE. UU., especialmente en Costa Rica, Panamá y Colombia, países geopolíticamente sensibles.
El desafío emergente de los sistemas no tripulados en manos de grupos criminales, terroristas y otros grupos de amenazas es algo que tanto Estados Unidos como los gobiernos de la región deben tomar en serio, anticipando riesgos y desarrollando capacidades para mitigar o abordar la amenaza.
Desde 2022, el régimen nicaragüense ha entregado más de 300,000 hectáreas del territorio nacional a cuatro empresas mineras de origen chino, bajo un marco legal reformado para evitar el escrutinio público. Esta entrega masiva de concesiones no es un episodio aislado de inversión extranjera, sino un componente de una estrategia más amplia que combina opacidad legal y expansión geopolítica de China en Centroamérica.